El hombre como integrante de una
sociedad actúa y se desenvuelve en ella de acuerdo a unos imaginarios
colectivos y a una simbología en la cual, se inscriben todos sus miembros, esto
es lo que determina, caracteriza y diferencia una cultura de otra. Cultura
entendida como “construcción y manipulación del mundo social... como una
representación abstracta de la realidad compartida por una gente con una
tradición común”. (J. Bruner. 1984-191). Y la capacidad del manejo del lenguaje
hace posible la realización de dichas prácticas, que no son otra cosa que
interiorizaciones convertidas en pensamientos como diría Vigotsky. Se va
notando entonces la heterogeneidad en los individuos pues “las cosas del mundo
social están organizadas de forma diferente en nuestra mente, teniendo en
cuenta que algunos ambientes favorecen un desarrollo cognitivo mejor, más
temprano y duradero que otros.” (J. Bruner. 1984-165). La educación juega un
papel trascendental en este ámbito, puesto que familiariza al individuo con
prácticas -lectura y escritura- que le enriquecen su vida intelectual y lo
habilitan para participar activamente con su entorno, que es la cultura . Sólo
podrá participar en la medida en que la escuela sepa “fomentar prácticas
pedagógicas comprometidas con el desarrollo de los hábitos intelectuales
básicos: lectura, interpretación, discusión y producción de textos” (J. Serna.
2000-105). Estos hábitos intelectuales son tan inherentes a la vida académica
como el hablar y el escuchar lo es a la vida cotidiana, son tan básicos para el
proceso de socialización al que pretende integrarse el niño.
El concepto de lectura ha sido
definido desde diferentes perspectivas, entre las que encontramos la
tradicionalista, conductista, constructivista, entre otras. A partir de las
concepciones de lingüística más recientes se han producido revisiones sobre el
proceso de la lectura.
Partiendo de estas nuevas concepciones,
la lectura se define como un proceso de interacción de diversas informaciones
emitidas tanto por el/la lector/a como por el texto en un contexto específico
que están dirigidas a la obtención de la información que se espera encontrar.
Dichas informaciones, son de tipo visual (lo que muestra el texto) y no visual
(los conocimientos sobre el tema y el proceso de lectura, es decir,
conocimiento del código escrito, del lenguaje empleado y aspectos
escriturales); lo que permite trascender de la definición de la lectura como un
acto de decodificación de un código, a una más elaborada como la adoptada por
Rosenblatt (1998) que la define como un proceso de transacción y un suceso que
reúne un/a lector/a y un texto en circunstancias particulares; donde el texto contiene
un significado que el/la lector/a actualiza y donde él o ella tiene un papel
activo desde su actividad mental para configurar la información y dar sentido
al texto.
Según diversos autores, en el acto de leer, el lector construye un texto paralelo pero no igual al del autor, puesto que cada uno/a cuenta con diversas experiencias, se lee en diferentes contextos y tanto el autor como el lector poseen conocimientos previos y esquemas que le aportan un significado diferente al texto.
Según diversos autores, en el acto de leer, el lector construye un texto paralelo pero no igual al del autor, puesto que cada uno/a cuenta con diversas experiencias, se lee en diferentes contextos y tanto el autor como el lector poseen conocimientos previos y esquemas que le aportan un significado diferente al texto.
De acuerdo a
lo planteado anteriormente la escuela como iniciadora a una cultura no estaría
cumpliendo su papel macro en lo que tiene que ver con la “preparación de
jóvenes que participen en el espíritu de foro que caracteriza la cultura, de
negociación, de recreación de significado... un papel activo como participantes
y no como espectadores amaestrados que desempeñan sus papeles estereotipados de
acuerdo con una regla cuando se les presenta la clave apropiada” (J. Bruner.
1984).
Estas concepciones demuestran que leer es un acto conceptual en el que intervienen principalmente habilidades cognitivas y que es importante dentro de la escuela porque es trascendental fuera de ella, y no al revés como siempre se había pensado, pues se enseña a leer porque la escuela lo exige sin detenerse a pensar que es la sociedad y la misma persona quien necesita adquirir habilidades lectoras para participar activamente en los diferentes contextos en que se desenvuelve.
Estas concepciones demuestran que leer es un acto conceptual en el que intervienen principalmente habilidades cognitivas y que es importante dentro de la escuela porque es trascendental fuera de ella, y no al revés como siempre se había pensado, pues se enseña a leer porque la escuela lo exige sin detenerse a pensar que es la sociedad y la misma persona quien necesita adquirir habilidades lectoras para participar activamente en los diferentes contextos en que se desenvuelve.
Así, la lectura se convierte en un
instrumento útil que permite el acercamiento a la cultura letrada y al
aprendizaje de manera más autónoma desde gran variedad de situaciones. Según
Goodman, esta favorece la interpretación e interacción cultural, lo cual
permite la apropiación de experiencias y del conocimiento humano, accediendo a
otras informaciones, puntos de vista, concepciones del mundo entre otras.
Según Ball “la lectura contribuye al desarrollo intelectual, ético y social, permitiendo obtener información y ampliar el conocimiento, estimulando y desarrollando los procesos mentales superiores, desempeñando una función afectiva y de recreación vinculados con el placer, el deleite y el esparcimiento, fomentando la creatividad y favoreciendo la integración y participación activa en la sociedad”
Sin embargo, la lectura no tiene un componente netamente académico pues aunque se relaciona constantemente en la escuela con el área de Lengua Castellana, los/as niños/as comienzan a construir este saber a partir de las prácticas sociales, por ejemplo la lectura de logotipos.
La lectura y escritura son procesos constructivos ya que los/as niños/as interpretan, representan y comunican su mundo interior de diversas maneras, que aunque parecen arbitrarias y poco funcionales para los adultos son estructuradas para el/la niño/a, puesto que este/a para acceder a la lectura y escritura de manera convencional debe recorrer varias etapas para su construcción.
De acuerdo a lo planteado, un proceso de acompañamiento pedagógico dirigido a niños/as en etapa escolar busca promover y valorar cada una de las etapas de construcción de estos procesos, puesto que permite el aprendizaje de manera espontánea, favorece la apropiación de los mismos, posibilita la aplicación de los saberes en diferentes contextos y situaciones sociales y se convierte en una ruta de acceso al conocimiento académico, cultural y social.
Según Ball “la lectura contribuye al desarrollo intelectual, ético y social, permitiendo obtener información y ampliar el conocimiento, estimulando y desarrollando los procesos mentales superiores, desempeñando una función afectiva y de recreación vinculados con el placer, el deleite y el esparcimiento, fomentando la creatividad y favoreciendo la integración y participación activa en la sociedad”
Sin embargo, la lectura no tiene un componente netamente académico pues aunque se relaciona constantemente en la escuela con el área de Lengua Castellana, los/as niños/as comienzan a construir este saber a partir de las prácticas sociales, por ejemplo la lectura de logotipos.
La lectura y escritura son procesos constructivos ya que los/as niños/as interpretan, representan y comunican su mundo interior de diversas maneras, que aunque parecen arbitrarias y poco funcionales para los adultos son estructuradas para el/la niño/a, puesto que este/a para acceder a la lectura y escritura de manera convencional debe recorrer varias etapas para su construcción.
De acuerdo a lo planteado, un proceso de acompañamiento pedagógico dirigido a niños/as en etapa escolar busca promover y valorar cada una de las etapas de construcción de estos procesos, puesto que permite el aprendizaje de manera espontánea, favorece la apropiación de los mismos, posibilita la aplicación de los saberes en diferentes contextos y situaciones sociales y se convierte en una ruta de acceso al conocimiento académico, cultural y social.
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